On 13 abr 2009 0 Comentarios

El de ayer era uno de esos típicos partidos en los que prácticamente se palpaba que el Sevilla iba a pifiarla. Atrás quedan esos tiempos en los que estos enfrentamientos claves por algún motivo se decantaban siempre del lado de los sevillistas. Era la última etapa llana antes de que la cuesta se empezara a inclinar hacía arriba, hacía las torres más altas de este campeonato, pero de golpe el modesto Getafe hace bajar al aficionado de su previsto éxtasis liguero.

La oportunidad era propicia gracias a la derrota del inmediato perseguidor el día anterior, pero el equipo dirigido por Jiménez se enredaba una y otra vez en la maraña dispuesta por los madrileños. Tras enmendar el error de planteamiento e introducir a Perotti en el campo, los de blanco mejoraron sensiblemente, pero ya era tarde porque el getafense Gavilán adelantaba a los suyos en la única jugada próxima al área de Palop.

El apático trotar sevillano se volvía galope a raíz de ver el 0-1 en el luminoso, pero el pesimismo reinaba en un Sánchez-Pizjuán que se iba vaciando y que despedía a los suyos con tímidos pitos. La mediocre excusa del "ya tocaba después de siete partidos sin perder" va tomando fuerza entre el sevillismo más manso, pero lo único cierto es que se dejó pasar una magnífica oportunidad para seguir disfrutando del bendito aburrimiento de separarnos abismalmente más todavía de nuestros rivales.

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