On 5 ene 2008 0 Comentarios

La noche previa al domingo 6 se presenta fría, acorde con la época del año. Es noche de ilusión, los nervios e ilusiones invaden las casas de toda la ciudad, pero ya a estas horas la noche es cerrada y tranquila. Es la calma que precede a la tempestad.

Y es que llega el derbi o, como dirían los argentinos, se viene el derbi. El más pasional del panorama futbolístico nacional, el de mayor colorido, el que más se vive a lo largo del año y más aún cuando faltan pocas horas.

Hay clásicos más mediáticos, como puede ser el Barcelona-Madrid, pero el que realmente tenga la suerte de vivir un derbi sevillano desde dentro sabe que no hay nada igual en este país. No tendrá tanta parafernalia a su alrededor, tanto periodista husmeando, pero es el más grande.

Antoñito goleando

La situación de Sevilla y Betis es aparentemente similar ya que se encuentran separados en la tabla clasificatoria por muy pocos puntos, pero globalmente y objetivamente la diferencia entre ambos es abismal. Plantilla, estructuras, socialmente...

¿Y de qué vale eso en un partido como este? De nada. A eso de las nueve de la noche del domingo saltarán al césped del Sánchez-Pizjuán once jugadores por un equipo y otros once por el otro. Unos jugadores que serán conscientes de que la ciudad entera estará encima de ellos apretando de una manera bestial para que ganen.

La verdad es que cualquier análisis o valoración de uno o de otro equipo es absurda cuando hablamos del derbi sevillano. Por eso lo sensato en estos casos es contar los minutos que faltan para que el árbitro pite el inicio del partido y disfrutar si se puede. El único deseo que se puede pedir en esta noche de Reyes es que gane el mejor, ojalá que gane el mejor.

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