On 8 ene 2009 0 Comentarios

Si algo bueno tiene Jiménez, a parte de su sevillismo y sus ganas de trabajar, es que al menos parece intentar aprender de los errores, que han sido y siguen siendo muchos. La pasada temporada el equipo flaqueaba en la retaguardia, y el Sevilla es hoy uno de los menos goleados, sin embargo este año el pecado se encuentra en la zona de ataque que, lesiones a parte, no está siendo explotada como merece. El símil de la manta siempre viene bien: si te tapas por arriba, dejas los pies al descubierto, si resguardas los pies tienes frío en la cabeza... Cuestión simple a la par que complicada.

La vergonzante andadura sevillista en los últimos choques hizo que ayer la sabia y soberana afición blanquiroja diera una significativa bofetada sin mano a los suyos, una merecida reprimenda etiquetada con el sello inconfundible de una masa social con más de cien años de historia. El coliseo sevillano se convirtió en un gélido páramo (literalmente lo de gélido) en el que predominaron las butacas sobre las personas, no hay mejor modo de protesta en este preciso momento que ese. No llegarían al par de decenas de miles de personas las congregadas en el Sánchez-Pizjuán.

Sin embargo la pelota sobre el terreno de juego corría de distinto modo esta vez. Ahora se asemejaba más, aunque de lejos, al desarrollado en tiempos pretéritos y que tanto hizo gozar a la hinchada. Atrás quedaban los bochornos de Osasuna, Mallorca, Génova, etc. Manolo Jiménez dejaba en el pueblo su chaqueta conservadora y se enfundaba la de torero, ponía a dos delanteros sobre el campo, dos alas, un enganche y a jugar. La pieza clave ya no era tapar el maltrecho Valerón en el centro del campo, ni las envestidas del veterano Manuel Pablo por derecha, ni siquiera frenar al todopoderoso Rikki en velocidad. Ahora la consigna era que Navas, Capel, Maresca, Luis Fabiano y Kanouté tuvieran la pelota y atacaran.

Mientras los otros cinco, los destinados a defender, ayudados en momentos puntuales por los delanteros, se dedicarían a eso... a defender a los tres o cuatro atacantes gallegos. Tan simple como eso. Si a esto le unes que con dos a cero a favor, se mantiene en el terreno de juego a los dos delanteros y se da entrada EN MEDIO CAMPO a Renato Dirnei Florencio, el resultado final es que el Sevilla se lleva el partido. Empañado por una jugada aislada en la que el Depor se mete virtualmente en la eliminatoria, sí, pero la identidad es otra, la sensación es que así sí. Siempre defender atacando y teniendo el balón es, cuanto menos, más estético que meter cinco centrales y tres medio centros.

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