Hay dos situaciones que no admiten lugar a la duda o al debate. La primera es la de que existe un tipo que responde al nombre de Miguel Ángel Pérez Lasa, osasunista y antisevillista confeso, que jamás dudará en destrozar todo lo que huela a sevillismo. Tarjeta en mano y silbato en boca, asolará al Sevilla FC toda vez que sus caminos se encuentren... algo demostrado y fidedigno, algo con lo que ya se debe contar hasta que el club no se ponga manos a la obra y tome medidas por los cauces precisos para que este maleante no actúe nuevamente contra los intereses sevillistas en un futuro.

La otra cuestión indiscutible es el contrasentido de que un jugador de elite prefiera simular una falta dentro del área antes que firmar el tercer gol para si equipo o al menos intentarlo. Si hace una semana era Adriano el que se auto expulsaba agrediendo a un contrario, este vez es Luis Fabiano el que da pie a que el anteriormente citado Pérez Guasa tenga más fácil su objetivo siempre que arbitra al equipo de Nervión. Partiendo de esta doble base se puede empezar a analizar la sorprendente derrota de Zorrilla.

Porque es sorprendente que el Sevilla se deje remontar un 0-2 a los 25 minutos de partido, por mucho que jugara casi una hora con uno menos. La pésima restructuración táctica del equipo, la falta de referente arriba y la manera descarada de echarse atrás fueron las claves para que un partido totalmente controlado termine por arrojarse al sumidero. Tres puntos que se esfumaron en Valladolid, tres puntos que son de esos de los que te acuerdas a final de temporada cuando estas rozando con la yema de los dedos el objetivo marcado, una pena.